hace algunos años grabando una película conocí a un montón de chicos viviendo en un par de edificios ahí en el límite de tampiquito y las casas gigantes de la del valle. irlos a visitar siempre ha sido un viaje. el domingo no fue la excepción. yo llegué de un humor curiosito, debo decirlo. ésto del finde de día de muertos me pone así. un día antes había estado en el panteón frente a la tumba de mi abuela tratando de no recordar cada segundo de su doloroso entierro mientras cumplía con ese compromiso familiar.
afortunadamente al llegar a esos depas mi mente más bien va a tardes tranquilitas, tés deliciosos, humos, olor a tostadas y perros loquillos. ahi había que comer primero antes de irnos a pasear y tomar fotos que era por lo que había sido invitada. colores, fotos, ajos en vinagre, plumones, mapas, dibujitos por todos lados. empiezan a llegar los demás habitantes, cada uno un personaje. el común denominador es la buena onda y el amor. cómo se respira amor en esas casitas! platicamos un rato sobre aventuras pasadas mientras terminan de planear su altar de muertos. yo les ayudo a cortar unas cartulinas fosforecentes y me apoyo en el escritorio. "te voy a poner ésta grabadora aquí, si?" un aparato viejísimo con un caset adentro es puesto a un lado mío en el escritorio mientras me señalan una pequeña colección de conversaciones grabadas. un viaje te digo.
por la ventana un saludo gritado. hacia adentro una advertensia. ésto se va a poner surreal. una chica de cabello rojo rojo llega, se acomoda en medio de todos y después de que la música empieza a sonar desde el cuarto nos canta en vivo y a todo color desde ahí, el centro de la sala/comedor/cocina/estudio mientras todos vamos y venimos a su alrededor apurados por conseguir comida o tijeras o un cigarro o la cámara. "vamonos de una vez que se nos va la luz". salimos nada más dos del cuarto y en el patio son más vueltas y vueltas por que olvidamos cosas. ahí abajo unos tratan de arreglar una máquina de escribir vieja y yo me echo un clavado sobre una pila de viniles. off the wall de michael jackson.
por fin logramos salir del lugar. en moto llegamos a una callesita escondida y llena de gente llendo y viniendo y recortando y mecedoreandose ahí ahí en la calle. ya he estado aquí antes. de éste lugar me encanta la gente y sobre todo me encantan los niños que a luis se le echan encima desde que lo ven y a mi me siguen de lejesitos y atentísimos a la cámara. poco a poco los habitantes que habíamos dejado en la casa comienzan a llegar a la fiesta. alguien dijo que despues de que salimos había habido baile y máscaras y videos. eso me lo perdí.
el alboroto en las calles tenía un motivo. los vecinos se reunieron para montar altares de muertos afuerita de sus casas. nosotros estabamos ahí para echarnos el tour. también fuimos y vinimos a lo largo de ésta lineal fiesta que se repartía en montoncitos de los dos lados de la calle. al acercarnos a cada altar la familia, que se encontraba reunida ahí alrededor, señalaba a la señora de la casa como la encargada del montaje. casi siempre la señora, las hijas. los niños corrían de un lado a otro mientras las mujeres destapaban las vasijas, le quitaban el pañuelo de encima a las tortillas y le acomodaban el papel picado al altar para que se viera todavía más chulo en la foto. ésta gente tambien es puro amor. una escala en la tiendita y la señora nos cuenta lo padre que le parece su barrio y lo tranquilo que es. tiene toda la razón. a mi tambien me parece. llegamos a un altar y está la chica cantora contando la historia de cómo el espíritu de pancho villa bajó y le pidió una canción. la escuchamos.
de regreso, en la base, había empezado el baile. la única banda originaria totalmente de tampiquito se echaba sus corridos y se chiveaban con la cámara. la gente se acercaba mientras el día terminaba despasito y al ritmo de ese acordeón y el rechinar de los columpios.
así son los días con la gente de los leones. por eso yo me quedo y cuando me invitan voy. por que ellos meros y tampiquito y el león son puro puro amor.